El mecanismo de la biciclenta se concibió para ir lo más despacio posible. Estirar el presente, 136 kilómetros y 680 horas en biciclenta, atestigua las horas pasadas por los caminos de la ciudad y del entrenamiento necesario para aprender a reducir la velocidad, cambiar de ritmo, escapar de la temporalidad dominante y descubrir quién vive con estos «otros tiempos». Y todo ello, sin perder el equilibrio.